Un obispo que daba discursos muy fomes, llegó a un acuerdo con su esposa para ver si mejoraba sus discursos. Acordaron que por cada discurso malo ella pondría un huevo en una bandeja.
Pasaron los años, los niños crecieron y en un aniversario llegaron los hijos con sus familias a saludar a sus padres. Al faltar sillas para sentar a todos el papá fue a un cuarto a buscarlas, al remover algunas cosas vio la bandeja con huevos que hace años habían acordado poner huevos por discursos malos. Pero se alegró al ver que sólo había 9 huevos y 2 mil dólares.
Lleva las sillas a la sala y le cuenta alegre a su esposa que había encontrado la bandeja con sólo 9 huevos, diciéndole que eso demostraba que había mejorado sus discursos, pero le preguntó sobre los 2 mil dólares que lo intrigaban. La esposa muy cariñosa y sincera le dice: "Cada vez que llenaba la bandeja con huevos la vendía a los vecinos y dejaba el dinero encima”.
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